martes, 12 de junio de 2012

Gafaman



Érase una vez una ciudad donde nunca llovía, donde sus temperaturas estaban siempre alrededor de 35ºC. En ella vivían 30.000 personas, todas ellas tenían, como norma del Ayuntamiento, estar siempre felices en las calles. Uno de sus habitantes era un niño de 12 años, pelirrojo, con puntitos del mismo color del pelo que le adornaban su fina cara. También tenía unos enormes ojos marrones que se hallaban escondidos detrás de unas gafas redondas. En cuanto a su estatura, era el más pequeño de su clase, y siempre vestía con camisa de cuadros y bermudas blancas, adornadas con un cinturón de trenzas. Su pasión era leer comics de aventuras, protagonizados siempre  por su personaje favorito, GAFAMÁN. Éste era un personaje cuya misión era que reinara la paz en la Tierra.

- ¡Siempre he querido ser como él! –exclamó nuestro protagonista, Marcos.

Cuando apenas tenía 5 años, su pobre madre Elsabeth tuvo un accidente que la dejó atada a una silla de ruedas de por vida. Más tarde, Marcos quedó huérfano de padre a la edad de 6 años, y éste nunca supo los motivos de la muerte de su estimado padre. Debido a esto, tenía una vida muy ajetreada ya que tenía que cuidar de su madre enferma.

Una tarde, en la que hacía menos calor que de costumbre, la madre de Marcos le dio dinero a su hijo para que éste pudiera ir a comprar un helado. La tarde estaba acompañada de una pequeña brisa, y Marcos consideró que era un día magnífico para sacar su cometa, que, por supuesto, tenía un dibujo de Gafamán. Pensó que todos los niños de su edad se morirían de envidia al verlo con su bonita cometa.

El niño fue a comprar su helado y, mientras se lo comía, perdió el control de su cometa, y ésta salió volando colina abajo hasta llegar a un parque lleno de mariposas. Marcos salió corriendo tras su cometa a toda prisa con miedo de perderla. Tal era su desesperación que tiró el helado de chocolate para poder ir en busca de ella. Al llegar al parque, se encontró a su cometa apoyada sobre un enorme almendro en flor. Pensó que era un lugar perfecto para pasar sus horas de lectura y poder desconectar del triste mundo que llevaba a sus espaldas. Desde ese momento acudiría todos los días a la misma hora al almendro para poder leer.

Marcos siempre llevaba consigo su comic favorito, el cual sacó inmediatamente y comenzó a leer apoyado en el tronco del almendro. Todo era diferente en aquel hermoso lugar. Mientras leía, sentía como si hubiese música de fondo y una enorme armonía empezó a recorrer su cuerpo.

De repente, Marcos sintió sobre su cabeza la caída de un pequeño peso, éste continuó recorriendo el brazo hasta llegar a su mano. ¡No se lo podía creer! Era un hombre de apenas 30 centímetros, con larga cabellera rubia y un gran símbolo en el brazo en el cual se podía leer Taxat. Marcos empezó a gritar, estaba muy asustado. Luego recapacitó y se dio cuenta que un inofensivo enano no podría hacerle daño. El enano se llamaba Edimburg, y sólo quería ser su amigo.

Comenzaron a charlar, y el enano le contó una historia realmente estremecedora. Este enano pertenecía a una tribu de enanos. Al parecer cada persona tenía un enano el cual compartía sus sentimientos y sufría todo lo que esa persona sufría. También le mandaban señales para que los humanos pudiesen tomar la decisión correcta en todas las circunstancias difíciles de sus vidas.

Le contó también que el trabajo diario de los enanos era buscar la vida que le correspondía a cada humano y hacérsela más fácil.

Se hicieron muy amigos y todos los días Marcos iba al parque para poder charlar y jugar con Edimburg y todos los enanitos de la tribu. Los enanos vivían bajo la sombra del almendro, como en aquella ciudad no llovía nunca estaban a salvo de poder sufrir un diluvio.

Un día, Marcos estaba en casa charlando con su madre, contándole todas sus aventuras con su amigo enano y, de repente, vio por la ventana que empezó a llover con gran intensidad. Salió corriendo a toda prisa con un paraguas al parque porque se acordó de sus amigos los enanitos. Al llegar al parque, vio que la tribu de enanitos estaba inundada. Inmediatamente cogió a todos los enanitos y los metió en su mochila que tenía una mantita para mantenerlos calentitos. Los enanos estaban inconscientes y, al llegar a casa, los puso al lado de la chimenea con un alcohol de romero que tenía sustancias curativas. Todos los enanitos reaccionaron y se curaron. Estaban muy agradecidos a Marcos y querían compensarle de algún modo. Vieron a la madre de Marcos y, como había un mago en la tribu de los enanos, hicieron un conjuro para ayudarla. No esperaban aquella sorpresa…era una reacción increíble, no podían creerlo…LA MADRE DE MARCOS ANDABA.

Autoras:
Mª Bárbara Aguilar Aroca. 4º ESO.
Mª Teresa Morillo Martín. 4º ESO.
Juan María Martín Torres. 3º  ESO.

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