martes, 12 de junio de 2012

La Historia de Luisa



Era verano, en un jardín, repleto de flores, había una niña llamada Luisa que tenía 10 años de edad. Le gustaba mucho jugar con su perrita Lola a quien admiraba mucho. Luisa tenía en su jardín un árbol de gran tamaño y en él una casita de madera donde pasaba largas tardes jugando.

Luisa soñaba con ser un hada, vivir en bosques y tener más amigas que fuesen como ella. Le gustaba leer cuentos sobre fantasía, duendes… En su dormitorio tenía un estante lleno de libros. Una noche, a la hora de acostarse, Luisa estaba asomada a la ventana de su habitación contemplando la luz de la luna y aquella noche tan tranquila. De repente, la niña vio una luz brillante que pasó por su ventana y Luisa no comprendió qué era aquello tan extraño. Al día siguiente, Luisa le comunicó a su madre lo que había sucedido y la respuesta de su madre fue que en el cielo sólo había solo, luna y millones de estrellas. La niña quedó decepcionada porque lo que había visto ella tenía otra explicación. Luisa sólo hacía darle vueltas a la cabeza y no paraba de buscar información sobre el tema tratado. Por la tarde, Luisa sacó a su perrita Lola a pasear y se encontró con Pedro, un amigo de la escuela.

- Hola Pedro, ¿Dónde vas?

- Voy a casa de mi abuela a llevarle unos dulces, -¿Querías algo?- dijo Pedro.

- ¡Sí! –dijo Luisa.

- ¿En qué puedo ayudarte Luisa?

- Necesito tus herramientas, es decir, quería que me prestases tu microscopio y tu lupa gigante por unos días. -¿Podrías prestármelos? ¡Estarán en buenas manos! –exclamó la niña.

- -¡Por supuesto! Pero ten mucho cuidado porque es un regalo muy valioso que me hizo mi hermano antes de marcharse a Londres.

- ¡Descuida! Lo trataré como si fuese mío.

Cuando Luisa llegó a su casa, subió a la casa del árbol y se puso a poner su plan en marcha.
Cuando se hizo de noche, Luisa montó el microscopio al lado de su ventana y a las doce de la noche Luisa miró con el aparato hacia arriba y vio muchas luces brillando en el cielo. Se asustó un poco porque no acababa de comprender que era aquello. Eran luces preciosas, de colores y brillaban como diamantes.

Luisa se metió debajo de su cama. Pasados cinco minutos la niña volvió a mirar por el microscopio e intentó ver más cerca aquellas lucecitas.

Cada vez que Luisa miraba por el microscopio las luces se iban acercando poco a poco hasta que pudo visualizar lo que era.

Veía cuerpecitos diminutos, cada uno con dos alitas. Llevaban vestiditos y zapatitos de cristal que brillaban con los reflejos de la luz de la luna.

Eran de distinto color, azul, morado, naranja, amarillo… hasta que Luisa se dio cuenta de que eran hadas.

Las hadas se sentaron sobre la rama del árbol del jardín de Luisa y la niña cogió la lupa gigante y pudo verlas bien de cerca. Al cabo de poco tiempo, las haditas se hicieron amigas de ella.

- Os conozco de poco, no sé de dónde sois, qué buscáis, ni tampoco sé cómo os llamías, -dijo Luisa.

Una de las hadas empezó a hablar con su vocecita.

- No te asustes, no te haremos daño, -dijo el hadita.

- Estos son nuestros nombres: Nelly, Cora, Fanny, Roseta y Teresa.

- Hace un mes que perdimos a nuestra amiga y andamos buscándola. Estamos preocupadas porque todavía no ha vuelto a casa y tememos que haya podido pasarle algo.

- No os preocupéis, seguro que está sana y salva, -añadió Luisa.

- Si tú nos ayudas a buscarla, podremos darte como recompensa un deseo y podrás pedir lo que más desees, -dijo el hada Nelly.

Luisa, al escuchar eso, quedó completamente sorprendida porque ella quería ser un hada del bosque como ellas, pero también sabía que no podría hacer eso porque Luisa era todavía una niña y todo el mundo andaría buscándola.

Así, la niña pensó lo que le había propuesto el hada y aceptó a ayudarles.

Luisa le propuso un poco de agua y comida a las hadas y que, si ellas querían, podían descansar en su habitación. Las hadas aceptaron y se hospedaron en el dormitorio de Luisa.

Al día siguiente, cuando despertaron, se pusieron a pensar que dónde podría estar el hada perdida, pero no buscaron ninguna solución. De las cinco hadas que había, dos de ellas hicieron una búsqueda por el pueblo para ver si había rastro de ella. Mientras, las otras tres se quedaron con Luisa buscando pistas. 

Las dos hadas pasaron por la puerta de una juguetería y se pararon en el portal de la tienda y Cora se quedó pensativa.

- Cora, ¿en qué piensas?, -dijo Roseta.

- -¿Por qué no entramos aquí? Huele a gato encerrado y me temo que aquí hay una pista de nuestra amiga, -dijo Cora algo atemorizada.

Las dos hadas entraron en la tienda sin que nadie se diese cuenta. La tienda estaba repleta de juguetes, muñecas, peluches, carritos…

Cuando pasaron por una estantería escucharon el llanto de una muñequita.

Las dos hadas se pusieron a buscar y dieron con el rastro de esa pobre criatura que lloraba sin parar. Dieron con ella, estaba metida en una jaula, encerrada. Cora y Roseta se miraron a la cara y gritaron:

- ¡Es ella! ¡Tenemos que rescatarla como sea! –dijeron.

Cora y Roseta corrieron a buscar a las demás y cuando llegaron a la casa de Luisa estaban a la vez tan contentas y asustadas que no sabían cómo empezar. Las otras hadas estaban intrigadas por saber lo que había pasado.

Cuando se calmaron un poco, Cora empezó a hablar y les contó que habían encontrado a su amiga Vidia en una juguetería encerrada en una jaula y que estaba llorando.

¡Hay que rescatarla! –dijo Teresa.

Luisa les informó a las hadas que la dueña de la juguetería era la madre de su amiga Paula y que la tienda se cerraba a las ocho de la tarde.

- ¿Pero cómo vamos a entrar?-dijeron las hadas.

- Conozco una puerta secreta que hay detrás de la juguetería pero hay que tener mucho cuidado porque a veces hay un guardia de seguridad vigilando la zona, -dijo Luisa.

Esperaron a que se hiciera de noche y las hadas y Luisa se dirigían en dirección a la juguetería. Cuando llegaron a la puerta trasera, una de las hadas asomó su cabecita por la esquina y vio que no había nadie.

Luisa intentó abrir la puerta pero no tuvo éxito.

Las cinco hadas se miraron las caras, dijeron una frase mágica, unieron sus manos y entre todas crearon la bola mágica de la fuerza y la lanzaron sobre la cerradura de la puerta.

La puerta se abrió y las hadas entraron en la tienda. Tomaron dirección al encuentro de su amiga Vidia. La rescataron de la jaula y se dieron un abrazo tan fuerte que Vidia comenzó a llorar de alegría al ver a todas sus amigas.

Salieron de la tienda a toda prisa con el temor de que el guardia de seguridad regresara. Cuando llegaron a la casa de Luisa, Vidia contó a todas sus amigas cómo llegó hasta esa tienda y todas quedaron sorprendidas al oir la historia.

El regreso de las hadas al bosque llegaba pronto y Luisa se despidió de sus amigas con lágrimas en los ojos.

- Antes de marcharnos quería recordarte que si nos ayudabas a rescatar a nuestra amiga te concederíamos un deseo, -dijo el hada Nelly.

- ¿Me lo podrás conceder? –dijo Luisa emocionada.

- ¡Claro, -dijeron.

- Pues sólo deseo que no me olvidéis nunca, porque habéis ocupado un trocito de mi corazón y porque algún día regreséis de nuevo a la rama del árbol de mi jardín.

Las hadas comenzaron a derramar lagrimitas de aquella frase tan bonita que había dicho Luisa.

- Debemos emprender nuestro largo y cansado viaje hacia el bosque de la fantasía, nuestras familias y nuestro mundo nos esperan sanas y salvas, -dijo el hada Fanny.

- ¡Tenemos que marcharnos ya!

Las hadas alzaron sus alitas y se perdieron en el cielo oscuro.

Mientras tanto, Luisa se quedó asomada a su ventana hasta que las perdió de vista.

Autora:
Ana Pelayo Velasco. 4º B.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pedimos, por favor, que los comentarios sean respetuosos y constructivos